Calendario Helénico
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La
expresión calendario helénico
designa los distintos calendarios utilizados durante la Antigua
Grecia, entre los
cuales el calendario
ático* es el más conocido.
También
puede referirse a las actividades realizadas por los griegos en el transcurso
de un año o de una olimpiada.
Calendario ático:
El
año ateniense se componía de 12 meses lunares. Al principio, cada mes contaba
con 30 días. En consecuencia, se hizo un ajuste con el ciclo lunar, alternando un mes de 29 días
(κοῖλοι μῆνες / koĩloi mễnes) y uno de 30 días (μῆνες πλήρεις / mễnes
plếreis). Esto da un año de 354 días, es decir 11 días menos en relación
con el año solar. Para remediarlo se intercaló un décimotercer mes de 30 días
después de cada segundo año lunar. Es lo que se llama un ciclo «trierético».
A cada año de 13 meses se le llama «embolístico», nombre que recibe
precisamente del mes que es añadido (mes embolístico).
Encontrándose
el año en adelante demasiado lento en relación con el ciclo lunar, otra
corrección es aplicada en el siglo
V a. C.,
la del ciclo «octaetérico». En este sistema, el mes intercalar es insertado
en un ciclo de ocho años: este periodo de ocho años, cuenta con tres años de
trece meses —el tercero, el quinto y el octavo año.
Otros
ciclos han sido igualmente considerados en el curso de la historia
ateneniense. Así, Metón de Atenas, bajo Pericles, pone a punto un ciclo de 19 años
(véase ciclo metónico). Calipo de Cícico, en el siglo IV a. C.,
inventa por su parte el ciclo de 76 años. Los nombres de los meses
están unidos a las divinidades griegas o a las fiestas religiosas. El año
comienza cerca del equinoccio de otoño.
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Calendario
Romano
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Según la tradición romana, el origen mítico
del antiguo sistema para dividir el tiempo se debió al primero de los reyes, Rómulo. Se utilizó en la Antigua Roma hasta el 46 a. C. con la implementación del calendario
juliano.
Denominación de los años
Para indicar los años, o fechas, los romanos
utilizaban tres procedimientos distintos:
Denominación de los meses
La denominación de los meses, por orden, era:
La siguiente
intervención para intentar adecuar el calendario al discurrir de las
estaciones la realizó el rey Numa Pompilio,
añadiendo, a continuación de la decena ya existente, dos meses nuevos:
Denominación de los días
Para indicar los días del mes, los romanos tomaban como
referencia tres fechas únicas, de las que dos se atrasaban o adelantaban en
el día que caían, según el mes de que se tratara: las calendas, las nonas
y las idus.
Si querían indicar una de estas tres fechas fijas,
la ponían en ablativo junto con el adjetivo del mes correspondiente:
Kalendis Ianuariis, en las calendas de enero (1 de
enero),
Nonis Octobribus, en las nonas de octubre (7 de
octubre).
Si se trataba de indicar el día anterior o posterior
de las tres fechas anteriores, se ponía el adverbio pridie o postridie
seguido de la fecha y del adjetivo correspondiente del mes en acusativo. Por ejemplo:
Postridie Idibus Octobribus, el día siguiente a las idus de
octubre (16 de octubre).
Si se trataba de cualquier otra fecha, se contaban
los días que faltaban o sobraban para llegar hasta el más próximo de las tres
fechas fijas y se colocaba la expresión ante diem, seguida del número
del día correspondiente (expresado en numeral ordinal o en números romanos),
del nombre de la fecha fija con la que se relacionaba, y del adjetivo del mes
de esta última, todos ellos en acusativo. Para hacer la cuenta también se
sumaba el día de la fecha fija.
Denominación de las horas
Los
romanos no dividían el día en 24 horas o en 24 partes iguales durante todo
el año.
Repartían
el tiempo de luz (el día) en doce horas. De esta manera, en verano,
las horas resultaban más largas que en invierno. Para medir las horas,
utilizaban relojes de sol (horologium,
v. reloj de sol), y más raramente de agua (clepsydra, v. clepsidra).
Las
horas se expresaban con números ordinales: hora prima, hora secunda, hora tertia, etc. La hora prima era la primera del día,
la del amanecer. La hora que marcaba el final del día, la puesta de sol, era
la hora duodécima. De la hora sexta, que marcaba el mediodía,
procede la palabra siesta.
La
noche se
dividía en cuatro partes denominadas vigilia:
prima vigilia, secunda vigilia,
etc. Tenían una duración diferente según fuera la época del año.
Esta
distribución en cuatro partes y el propio nombre guardaban relación con los
turnos de vigilancia de los campamentos militares. También las unidades de
bomberos de Roma, de carácter militar, se denominaban vigiles: cohortes vigilum.
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EVOLUCION
AL CALENDARIO ACTUAL
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En las antiguas civilizaciones se empleaba el calendario lunar para
calcular el paso del tiempo. La transición entre un mes y otro la marcaba la órbita
de la Luna: cuando esta retornaba a su fase inicial, se daba por concluido
dicho periodo temporal. Transcurridos 12 meses lunares, se hablaba de un año
completo. Tiempo después, surgió la necesidad de tomar en consideración el
paso de las estaciones, y se crearon los calendarios lunisolares, que
agrupaban los meses lunares en distintos periodos climáticos.
En el Antiguo Egipto, aparecieron los primeros calendarios solares, que medían el tiempo guiados por el movimiento aparente del Sol. Esta innovación permitía fechar el momento exacto de la crecida del río Nilo, fundamental para una sociedad que vivía de la agricultura. Los astrónomos egipcios sabían que el año duraba 365 días, pero no consideraron esas pocas horas adicionales que no completan un día. El calendario egipcio cargaba por tanto con siglos de desfase, y la oposición religiosa frenaba cualquier atisbo de reforma. En la época del Imperio romano, el calendario tenía 304 días dispuestos en 10 meses, de modo que los pontífices debían intercalar un undécimo mes cada pocos años para compensar el desajuste temporal. Este, sin embargo, llegó a incrementarse hasta el punto de que el invierno terminó siendo fechado en el otoño astronómico. Julio César, en el año 46 a.c., ordenó una reforma del calendario romano con el fin de ajustar de manera definitiva el año al curso del Sol. El calendario juliano, que retomaba los 365 días divididos en 12 meses del calendario egipcio, fechaba las estaciones y sus fiestas romanas correspondientes concordando con el momento astronómico en el que sucedían. Para contrarrestar el desfase, en lugar de intercalar un mes cada X tiempo, se optó por sumar un día cada cuatro años (incluyendo los seculares), lo que originó el concepto de año bisiesto. César tuvo que añadir dos meses ese año, sumando un total de 15, para iniciar su reforma sin retraso temporal ninguno. El emperador alteró también el orden de los meses, situando en primer lugar Enero en vez de Marzo y dando lugar así a la distribución del calendario actual. No obstante, el calendario juliano no logró solventar el problema en cuestión. La regla por la que se regían los años bisiestos generó un retraso de 10 días en el calendario civil respecto al calendario astronómico. El Papa Gregorio XIII dictó, el 24 de febrero de 1582, la bula “Inter Gravissimas”, por la que entró en vigor el calendario gregoriano. Esta establecía que el 4 de octubre de 1582 se daría un salto en el tiempo y se convertiría en el 15 de octubre de 1582. Además, se fijaba que habría un año bisiesto cuando el año en cuestión fuera múltiplo de 4, con excepción de los años múltiplos de 100 (exceptuando a su vez los múltiplos de 400, que sí que serían bisiestos). En total, el calendario gregoriano fijaba 97 años bisiestos cada 400 años, en lugar de los 100 que marcaba el calendario juliano. El calendario se adoptó inmediatamente en los países en los que la Iglesia Católica tenía influencia, mientras que los países protestantes, anglicanos y ortodoxos postergaron su implantación durante años o incluso siglos, e incluso algunos continúan llamándolo "calendario juliano" para no reconocer la autoridad de Roma. El calendario gregoriano, considerado como oficial a nivel global, no logra tampoco una concordancia perfecta entre año civil y año astronómico, ya que la velocidad de rotación y de traslación de la Tierra se va ralentizando y obliga a revisar las fechas una vez cada 3.000 años.
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viernes, 25 de abril de 2014
Comparativa Calendario Helénico, Romano y el actual junto con su evolución. por Severino Florez
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